sábado, 27 de diciembre de 2008

sábado, 30 de agosto de 2008

Un Viejo Intelectual - Dr. Adrian Cáceres Olazo

Por: J. D. Málaga



Cáceres Olazo nació en Arequipa el 26 de agosto de 1888. Es hijo del Dr. Andrés Miguel Cáceres, recordado hombre público puneño y de la señora Flora Olazo de Cáceres, limeña. Fue traído de pocos años a Puno, donde ha pasado toda su vida. Cursó la instrucción primaria en la escuela de Don José María Miranda y, después por Don Remigio Franco; la Instrucción Media la cursó en el colegio Nacional de San Carlos bajo la dirección del eminente maestro el Dr. Alberto Gadea obteniendo al terminar el premio mayor de aprovechamiento que se otorga al alumno que más se había distinguido en todos los años. En la universidad del Padre San Agustín de Arequipa hizo sus estudios de Letras y Ciencias Naturales, con las más altas notas. Se matriculó después en la facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos, pues pensó seguir esa carrera. Pero las tristezas del Hospital, le hicieron desistir y matricularse en Jurisprudencia. Donde desde el año 1906 a 1910 cursó las facultades de Jurisprudencia y Ciencias Políticas y concluyó los estudios de Letras. Mereció la contenta de Bachiller y Doctor en Ciencias políticas y administrativas y la de Doctor en Letras y en Jurisprudencia, obtuvo también galardones como alumno aplicado y descollante. Se graduó en la misma Universidad Mayor de San Marcos de Bachiller y de Doctor en Jurisprudencia en noviembre de 1913 con la tésis sobre “Concepto de Justicia”, que ser insertada en la Revista Universitaria. Con el Doctorado de Jurisprudencia rindió también exámenes y prestó juramento para ejercer la abogacía.

Egresado de la universidad, tomó parte en la campaña cívica que en 1912 llevó al poder al inolvidable patricio Dn. Guillermo Billinghurt, dirigiendo con el eminente poeta y literario don Abraham Valdelomar, el Club Universitario de Lima. Fue secretario del presidente Billinghurst, quién lo mandó en enero de 1914 a Puno a estudiar la cuestión indígena agudizada por graves sucesos realizados en Samán, Caminaca y Achaya, atribuidos al Mayor Teodomiro Gutiérrez. Pero derrocado el régimen, el 4 de febrero de ese año, el Dr. Cáceres devolvió con toda honradez los emolumentos ya percibidos y se desligó de los compromisos de informar en esa comisión, sobre los referidos sucesos.

Ejerció su profesión en Puno, desde 1914 a 1920, año en que fue designado Agente Fiscal de Azángaro, cargo que desempeño desde el 2 de agosto de 1920 hasta el 17 de Marzo de 1922. Fue Juez de Primera Instancia Titular de Puno, desde el 18 de marzo de 1922 hasta el 25 de abril de 1925, en que asumió la Fiscalía Titular de la Corte Superior de Justicia de Puno y de Madre de Dios, que sirvió abnegadamente hasta el 27 de noviembre de 1940, en que volvió a ejercer su profesión de Abogado.

Ha sido Secretario del Colegio de Abogados el año de 1916. Habiendo entonces intervenido en la redacción de los Estatutos que, hasta ahora, rigen. Ha sido Decano y Miembro de la Junta Directiva varias veces.Como Delegado de las provincias de Lampa y Chucuito sucesivamente perteneció a la Honorable Junta Departamental de Puno desde 1915 a 1920. Habiendo desempeñado la presidencia de esa memorable Institución descentralizadora, los años 1918 y 1919.

En el año 1926 fue designado por el Supremo Gobierno, miembro de la Comisión Jurídica en el Plebiscito de Tacna y Arica, a donde concurrió y estuvo destinado a asesorar al miembro peruano en segunda Mesa de inscripción y votación de la como se sabe, desgraciada Delegación del Morro. Correctamente el Plebiscito no llego a realizarse, no obstante los esfuerzos del Perú.

En año 1907 se enroló en el batallón universitario, concurriendo a la instrucción intensiva que se dio a los movilizables de ese tiempo, participaron en históricas maniobras, de donde salió con grado de Sargento de Infantería. En la época del último conflicto con Colombia, en una manifestación pública ante la prefectura de Puno, pidió el rápido enrollamiento junto con otros distinguidos miembros de magistratura, habiéndosele contestado que se tendría oportunamente en cuenta su petición.


Ha sido Director de los diarios “El Eco de Puno” y ‘El Siglo” de Puno y “El Faro”.


Ha colaborado en diversos Diarios y Revistas de la República. Siendo universitario Tradujo del italiano “Las lecciones de Filosofía del derecho” del profesor Icilio Vanni, que ha servido de curso en todas las Facultades de Jurisprudencia de Latino América. Este trabajo se hizo en unión de su condiscípulo Juan Bautista de Lavalle, cuyo renombre actual excede todas las fronteras, pues como representante del Perú, ha llegado a ser Presidente de la unión Pan Americana y es actualmente Embajador del Perú ante la Organización de las Naciones Unidas. Además del castellano domina el italiano, castellano domina el inglés, francés y el portugués.


El Dr. Cáceres Olazo fue autor de la iniciativa que dió origen a la Primera Exposición Agrícola, ganadera y Manufacturera que se realizó en Puno en 1919. Esta exposición mostró la grandeza económica de Puno


En 1917, fue iniciador de un concurso Literario Departamental en el que obtuvo óptimos frutos.
Ha sido presidente fundador de la Asociación de los Padres de Familia de la G. U. E. “San Carlos “donde ha sido reelegido varias veces. Presidente fundador de la Asociación Agropecuaria Departamental de Puno y actual Presidente Honorario. Fue representando a dicha Asociación como Delegado a la primera Convención de Asociaciones Agropecuarias del Sur del Perú realizada en Cuzco. Luego en la Segunda Convención realizada en esta ciudad Lacustre, aportó su comisión brillante ponencias, como la creación de las Cajas Rurales, mereciendo dichas ponencias la aprobación y un voto de aplauso. Del 14 al 18 de Marzo de 1962 asistió a la Convención Nacional de Asociaciones de Agricultura realizada en Lima, donde las ponencias presentadas por la delegación Puneña, merecieron también la aprobación y voto de aplausos.


Ha pertenecido a diferentes Instituciones a diferentes Instituciones, ha sido Presidente fundador del Club Puno; Presidente fundador del Club de Tiro al Blanco de Puno, fundador y Presidente del Club de Regatas de Puno. Presidente del Club de Tiro al Blanco de Azángaro en 1921; Delegado del Touring y Automóvil Club en Puno y Socio del Rotary Club. Actualmente es socio del Club de Leones, donde sigue laborando por el bienestar de esta tierra.


El 30 de noviembre de este año el Dr. Adrian Cáceres Olazo, cumple sus Bodas de Oro, profesionales, cuyas páginas históricas llevan brillo y prestigian la carrera forense de Puno.

Del Diario "El Tiempo" el 4 de noviembre de 1963

El encuentro

Los nombres han sido cambiados.




Era muy pequeña cuando empecé ha darme cuenta pero siempre que entraba en un establecimiento público en la que el abogado Don Vicente M. estaba allí presente, yo tenia que escuchar una gran cantidad de improperios dirigidos a mi padre, a mi familia y su conversación siempre incluía

— Ese sinvergüenza no merece el respeto que se le da...

Yo salía con el corazón compungido, con un nudo en la garganta, corría a la casa reteniendo un torrente de lágrimas que dejaba correr libremente una vez que estaba dentro de sus paredes.

Las veces que mi padre me encontró llorando y después de enterarse de la causa. Ponía una rodilla en el suelo para poderme mirar a los ojos y con seriedad me preguntaba si yo lo conocía de verdad.

— claro que te conozco.

Yo tenia que reconocer que él no tenia secretos para nosotros, que su vida estaba dedicada a nosotros sus hijos, a Puno y al Perú, eso me estaba tan claro como la luz del sol.

— Entonces ¿Por qué lloras?, ¿Cambio en algo la realidad que dices conocer?, ¿Me quitaron un pedazo de mi cuerpo? Sus ojos adquirían un chispazo juguetón. Se paraba y comenzaba a bailar dando vueltas a mí alrededor para mostrarme que estaba igualito y enterito.

Miraba su porte elegante y distinguido. Todo un caballero maduro y respetable jugando conmigo una niña de corta edad. No podía evitar las ganas de sonreír y pensar en lo tonto que era dar importancia a las calumnias y maleficencias.

En una ocasión mi padre y yo caminábamos por la calle Deustua cuando nos cruzamos con el Don Vicente M. ya no se limito a los insultos, si no que tomó una piedra y la tiró en dirección de mi padre. Esquivando la piedra, mi padre me apretó la mano y con la otra se levantó el sombrero. Haciendo una venia saludo a Don Vicente:

— Buenas tardes, Don Vicente, las palabras no lastiman, las piedras si, me veré obligado a pedir garantías.

- no digas nada y sigue caminando como si no paso nada, me susurro al oído.

Le obedecí y cumplimos las diligencias que teníamos planeadas sin comentar sobre el incidente. Al llegar a la casa me llevó a su despacho. Nos sentamos en el sillón de su oficina.

— Maruja, lo que vistes no debes de repetir a nadie.
— Pero, ese señor quiso lastimarte.
— Iré a pedir garantías para que deje de tirarme piedras, pero no quiero que tú y tus hermanos lo vean con malos ojos. El esta equivocado y hay que ayudarlo a recapacitar.

Vicente Melgoza Diez, era el presidente de un partido contrario al de mi padre y era esta ideología la que lo impulsaba a la animosidad con mi padre. Le prometí no contar a nadie este incidente.

Unos años después se presentó una apertura para vocal de la corte de Puno y la candidatos presentaron sus ternas. Mi padre desempeñaba el puesto de Decano del colegio de abogados y como tal debía de presentar un candidato para llenar dicha posición. El comentó con nosotros que después de revisar los expedientes de los posibles candidatos el más completo y destacado era el de Don Vicente M. por lo que en su posición de decano lo había presentado en ternas para ocupar esta plaza y así la vida de los dos se cruzaron en varias oportunidades y Driano Cáceres nunca dejó que lo personal determinara su opinión profesional.

Pasaron los años y llegó el 50 aniversario de graduación de doctor en Jurisprudencia de mi padre. El día que la familia iba a celebrar la fiesta se vio enlutada por el asesinato del joven presidente John Kennedy, que era admirado por mi padre, y en esa ocasión expreso que lo consideraba como el único presidente Norte Americano que había respetado a los países latino Americanos y considero ese día de duelo nacional. Canceló la fiesta e izó la bandera peruana a media asta.

Pero la celebración de sus cincuenta años de la graduación de San Marcos no paso por desapercibida en la ciudad de Puno que reconoció la labor de su hijo abnegado y varias instituciones organizaron ceremonias honrándolo.

El Colegio de Abogados de la que Driano era el decano también le organizo una en su local. Mi padre y yo, que ahora era una muchacha de 12 años, nos encaminamos hacia el colegio de abogados y estábamos otra vez en la calle Deustua cuando vi a Don Vicente M. Afligida tome su brazo y le dije:

_Padre allí viene alguien que no te quiere. Iré delante. Mi padre sonrió

_ No te preocupes, no pasara nada.

Don Vicente se acercó y para mi asombro lo saludo con mucho respeto, caminaron un trecho y llegamos a un enorme charco de agua que ocupaba toda la calle. Para mi mayor sorpresa, Don Vicente se quitó el saco y trato de tirarlo sobre el charco, mi padre trató de evitarlo.

- Dr. Driano Cáceres, escoja, yo no deseo que se moje usted los pies. Escoja, pisa mi saco o lo cargo. No, no voy a dejar que se manche con lodo. Mirándome a mí me dijo, Uds. sus hijos no saben apreciar quien es su padre.

Mi padre con una sonrisa, recogió el saco,
_ Don Vicente Ud. siempre excediéndose y por primera vez lo vi ruborizarse.

Desde entonces ya no temía la lluvia de improperios pero igual evitaba encontrarme con don Vicente, que siempre que nos encontramos me detenía para contarme con lujo de detalles algunos de los muchos encuentros que había tenido con mi padre.

Maria Fischinger

Los nombres han sido cambiados para proteger la  identidad.

jueves, 8 de mayo de 2008

La muerte viaja en camión

El Comercio de Lima, 6 de octubre de 1969


Por: Emilio Romero


Llegar a la ancianidad con la mente diáfana, la expresión pulcra y armoniosa y los músculos flexibles y fuertes es en verdad un regalo de los dioses; el más preciado don que el ser humano puede recibir. Doloroso y deprimente para el ser humano es en cambio conservar el vigor físico hasta avanzada edad con las lámparas del entendimiento apagadas. Ciego o demente el hombre viejo es una de las figuras más tristes que solo un Dante, un Milton o un Shakespeare han podido describir con infinita piedad.

Pero también es trágico y humillante para la civilización que un hombre que ha logrado mantener en su plenitud la vida espiritual y física como resultado de una existencia austera, desenvuelta en disciplina y templanza; en la práctica de las siete virtudes que no son sino siete reglas de higiene, muera cualquier día en el cruce de dos calles atropellado por un automóvil. Este cuadro, que es el síntoma de algo grave que está ocurriendo en la vida del hombre del Perú, se está repitiendo casi a diario en las ciudades y en las carreteras que cubren el territorio nacional. La muerte borracha, la muerte envenenada con el mal del alcohol mata a hombre de trabajo; mutila niños y destruye frutos ahorrados en largo tiempo inutilizando vehículos o destruyendo materiales necesarios.

En las últimas semanas un despacho corresponsal de “El comercio” en la ciudad de Puno ha comunicado que el Doctor Adrián Cáceres Olazo murió Atropellado por un camión. Hace unos pocos meses el Doctor Adrián Cáceres Olazo llegó a Lima presidiendo una brillante delegación de jóvenes profesionales puneños para participar en el Congreso Nacional de Abogados que se realizo en el Callao. Cuando acudí a saludar al ilustre coterráneo muchos profesionales universitarios de Lima me preguntaron si era verdad que ese anciano que se registro con 80 años de edad; con una mirada casi juvenil y modales señoriales, era el mismo que hacía varios años había traducido la Filosofía del Derecho de Icilio Vanni, la gran obra de consulta de los estudiantes de San Marcos cincuenta años atrás. Y en verdad era el mismo, con la diferencia de que entonces estudiaba y comentaba el Manual del Derecho de las Comunidades Europeas por Nicola Catalano. Cáceres Olazo departió, con el señorío y simpatía que le caracterizaba, con los maestros de las nuevas generaciones entrando con extraordinaria rapidez mental en el mismo carril ideológico de las nuevas mentalidades contemporáneas.

A Cáceres Olazo le hacían reparos por haberse quedado definitivamente en Puno después de haber sido en Lima un brillante universitario; de haber contraído vinculaciones de primer orden social y político; de haber desempeñado con tino el cargo de secretario de la presidencia de la república en el periodo de Guillermo E. Billingursth, Cáceres Olazo se retiró a su tierra natal dedicándole su vida entera. Fundó en Puno un Seminario de Estudios con los abogados jóvenes y los universitarios de vacaciones. Allá plantó su bandera de idealismo. Su casa era como la Embajada de Lima en Puno. Era una posada intelectual y literaria a donde se podía llegar, desensilla y descansar para tomar un mate de coca reconfortante a cerca de 4,000 mts. de altitud. Allá llegaron a su sombra Abraham Valdelomar al iniciar su peregrinaje nacional. En otras fechas Luis Alayza y P.S.; el pintor Roura de Oxandaberro y Teófilo Castillo. Condiscípulo de Juan Bautista de Lavalle, de Carlos Zavala Loayza y de otros valores de su generación conectó con ellos a los de su propia promoción puneña formada por José Antonio Encinas, Manuel A Quiroga, Francisco Chuquihuanca Ayulo y otros.

Cáceres Olazo luchó por el progreso de su pueblo y la superación de la juventud. Fundó el “Club de Regatas” y llegó a iniciar la construcción de su local con la plataforma de fierro sobre el lago para desarrollar el viril deporte, Reunió a los músicos de Puno y patrocinó los primeros conciertos de Teodoro Valcárcel, Alberto Rivera del Mar y del folklorista Rosendo Huirse, padre de músicos de fama internacional. Institucionalizó las conferencias, los recitales y los debates y favoreció el desarrollo de la música popular y del teatro de aficionados.

El ilustre anciano que murió en Puno atropellado por un camión a los 81 años de edad enseño a la juventud el deber y el encanto de vivir en su propia provincia y trabajar por su progreso y su prestigio desinteresadamente. Pudo haber regresado a Lima como Diputado y olvidarse de todos, pero prefirió el combate diario con el medio sin otra compensación que los incomparables amaneceres en el Titicaca y la meditación contemplando las inmensas praderas del altiplano que sugieren la eternidad y el infinito.

Antes de morir en la encrucijada de las calles de Puno, transitadas hoy por ómnibus, camiones y automóviles, con sus semáforos presuntuosos, quizás tuvo una sonrisa de satisfacción llevándose la última imagen de su pueblo que, pese a las contraías fuerzas humanas y naturales, seguía progresando.

La conversión

Por primera vez en su vida, Driano estaba angustiado. El siempre había logrado todas sus metas, obtenido todo lo que deseaba. Pero ahora ¡Cuán impotente se sentía! No podía hacer nada para curar a dos seres que tanto quería y que estaban en peligro de muerte

Cuando el telegrama le informó que su señor padre, el senador puneño Andrés Cáceres estaba enfermado de gravedad en la ciudad de Lima, unos minutos antes había dejado la cama de su hijo que estaba luchando con la fiebre.

No podía dejar por mucho tiempo a su hijo en esas condiciones
Era hijo único tenía que cuidar de su padre y no podia descuidar a su hijo.

La distancia era un obstáculo, pero con su poder y relaciones lo superaría, como siempre. En contacto con USA, contrató el avión que lo llevo a Lima pero al ver la condición en la que estaba su padre decidió llevárselo a la casa de Puno. El mismo día y en el mismo avión regreso con su padre a Puno.

Como siempre, había hecho todo lo posible, había usado todo su poder, con el que resolvía habitualmente los problemas que el gobierno le encargaba resolver. Pero había un límite a su poder.

A pesar del esmero con que Driano atendía a los enfermos,
ambos no daban señales de mejoría. Ya había hecho junta de médicos y acatado la prescripción emitida por esta. En esa época ese tipo de enfermedades no tenían curación. Recién se había descubierto una medicina que solo estaba disponible en el extranjero. Driano la había hecho buscar inútilmente pero no la encontró en ningún sitio.


Se admiraba de la fe del Obispo de la ciudad que se
había convertido en parte de su familia. La angustia apretaba su pecho y golpeaba sus sienes. Nadie en este mundo podría darle la mano. Siempre descreyó de la existencia de un poder superior al suyo, pero la fe firme del obispo le abrió un camino de esperanza.
Subió a la biblioteca y se arrodillo. No sabía ninguna oración. Con un corazón sincero pidió a Jesús por la salud de su padre y su hijo. Le prometió aprender la religión católica y estar a su servicio toda la vida.
Inexplicablemente, su corazón se lleno de paz y de esperanza.

Alguien tocó la puerta. Al voltear hacia la puerta abierta vio que una mujer vestida de luto y con la cara cubierta como era la usanza de esa época.
-Dr. Cáceres, dijo la desconocida, sé que su padre y su hijo están muy enfermos, que usted busca penicilina. Yo conseguí esta para mi marido quien ya ha muerto y por lo tanto ya no la necesita.

Driano se quedó asombrado. El no había escatimado costo ni
recursos algunos para conseguir esta medicina. ¿Cómo esta señora la había podido conseguir?
Le ofreció pagarle. La señora no quiso aceptar pago alguno y mostró prisa por alejarse después de depositar en las manos de Driano la dosis suficiente para curar a los dos enfermos.

Driano comenzó a buscar en Puno, Arequipa y Lima a la misteriosa señora. Pidió a su secretario que revisara los registros de defunción y con asombro no encontró ninguna acta de defunción de un varón con las señas que la señora había dado.

Ambos enfermos fueron dados de alta, a los pocos días.

Driano consideró que ésta era una respuesta a sus plegarias. Comenzó a leer las escrituras, a escuchar con cuidado las palabras del Obispo y fiel a su palabra sirvió a Jesús hasta el final de sus días.

Maria Fischinger

jueves, 1 de mayo de 2008

La Adopción

Una foto del tiempo en que ocurrieron estos hechos. En la foto estan el
Dr. Adrian Cáceres Olazo, Maria y un sobrino

Marcos y Maria entraron por el enorme portón plomo que daba entrada a un callejón empedrado con piedras negras y blancas que terminaba en un patio pavimentado de la misma manera.

A la derecha del Callejón estaba el estudio del abogado Driano Cáceres.
Maria y Marcos se sentaron. Ella sollozaba silenciosamente y el semblante de Marcos denotaba una gran angustia.
Maria vestía una pollera negra, blusa blanca sobre la que llevaba un saco negro con mangas amplias recogidas en los puños. Una manta larga cubría su abundante cabellera peinada en dos sendas largas trenzas. Sobre la manta tenia puesto un sombrero negro de estilo Bombin.
Marcos vestía de un tono negro, una camisa blanca y un sombrero negro y ambos calzaban ojotas hechas de jebe de llantas de carro. Toda la vestimenta era de confección casera y denunciaba que eran comuneros o gente que vivía en ayllu, una organización heredada de los ancestros.

Cuando el Dr. Driano Cáceres salió a recibirlos, Marcos le informó que su hija Jesusa de doce años estaba en el hospital desahuciada y, que los doctores les habían dicho que lo único que quedaba era hacerle placentero los últimos días de la muchacha.


Marcos y Maria suplicaban a Driano para que recibiera a Jesusa en su casa y que él tratara de curarla.

- Recuerden que soy abogado y no médico, repitió varias veces Driano.
Marcos y María insistían en sus suplicas. Estaban desesperados, los médicos del hospital les habían explicado que la septicemia se había generalizado. La infección había destruido el funcionamiento del ojo y el oído derecho. Los pobres padres solo tenían una sola esperanza: Driano. Marcos se arrodilló ante Driano y suplicó.

- Papacituy, tú eres nuestra única esperanza.
- Uds. están esperando mucho, respondió Driano, mientras sus ojos se fueron llenando de lágrimas.
-Vamos al hospital, dijo Driano, después de dar ordenes de que se desinfectara el comedor de fiestas y se armara allí una cama.

En el hospital los médicos le dijeron a Driano que los padres se habían descuidado y era demasiado tarde, solo faltaba esperar el desenlace.
Una ambulancia trasladó a la niña a la casa de Driano.
La carita redonda y agraciada de Jesusa estaba deformada, la fiebre la hacia delirar. La pobre niña entraba y salía de la inconsciencia.
La septicemia era causa de una extracción de muela hecha por un curandero y Jesusa no haber seguido las instrucciones de no masticar sólidos por un tiempo.

Un anunció por la radio convocó una junta de médicos en la casa de Driano a la que casi todos los médicos de la ciudad de Puno asistieron. Se discutió el caso y se buscó el mejor tratamiento para salvar la vida de la niña. El médico de la familia, el Dr. Luis Torres se haría cargo del caso.
Felicitas, una de las hijas de Driano sería la enfermera ayudada por las demás hijas.
Las medicinas se le aplicaban por medio de suero.

Después de unos días la fiebre fue bajando, la infección fue controlada, pero Jesusa llevaría toda la vida las cicatrices de la terrible infección.
Marcos y María dejaron a Jesusa como sirvienta por un año en la casa de Driano, ese seria el pago por la curación. Driano le pidió a su hija Maruja que tratara de ganarse el cariño de Jesusa y que le enseñara a leer.
La tarea no fue fácil. Maruja estaba en ese momento fascinada por los Miserables de Víctor Hugo y empezó a leerlos en voz alta a Jesusa.

-Y ¿Qué es eso? - Preguntó confundida Jesusa.
La barrera del idioma se interpuso. Maruja no hablaba aymará y Jesusa hablaba muy poco el castellano.
Jesusa odiaba la luz eléctrica que según ella rompía el balance entre el día-tiempo de trabajar y la noche- tiempo de descansar y conversar.
Detestaba también la música de la radio que destruía el silencio.

- Mira como han arruinado el río, lamentó Jesusa al ver que el agua salía del caño.
Al cumplirse el año, Driano expresó a los padres de Jesusa su deseo de adoptarla pero solo si ella también lo deseaba. Jesusa se puso a llorar.
-Me siento como un ratón en una caja de fósforos. Me gusta salir al campo ver la línea del horizonte y sentir que el viento me acaricia mi rostro, solo así me siento libre como los pájaros. Ir al río y recoger agua viendo a cada instante la creación del Tata Dios.
Todo su semblante reflejaba que se sentía como un pez fuera de agua.
Jesusa regresaría a vivir con sus padres e invitó a Maruja a pasar con ellos una temporada en su casa.
El caserío de Marcos y Maria constaba de tres cuartos construidos a la usanza de sus ancestros. Carecía de agua potable y de todas las demás facilidades de la vida moderna.

-Niña Maruja, vamos a recoger agua, Jesusa invitó alegremente.
La fría amarillenta puna se extendía por el horizonte bajo un azul intenso. Se podía escuchar el canto de las aves y a lo lejos ver los picos de los andes. Un rió no muy ancho pasaba por delante del caserío y allí las dos niñas fueron a recoger agua en dos tachos de lata.

El sol era el despertador y anunciaba la comida principal por la mañana cada miembro llevaba su fiambre para el mediodía.
- Hoy llevaremos las ovejas a la pampa- anunció Jesusa, en completo control de la situación.

- Al sacar las ovejas del corral hay que contarlas, le explicó a Maruja.

Sacaron las ovejas y se dirigieron a la pampa.
Allí corrieron por entre la paja brava y buscaron dulces zancayos.

El semblante de Jesusa reflejaba seguridad y alegría.
Mirando al sol y la sombra que formaba Jesusa sentenció.
- Son las tres de la tarde y pronto tendremos que juntar las ovejas para arrearlas al corral.

La familia se volvía a reunir durante el crepúsculo. Todos se sentaban en un círculo alrededor de la manta donde Maria ponía la comida. Marcos contaba cuentos referentes a sus ancestros. Jesusa gozaba pidiendo a su padre que volviera a contar la misma historia una y otra vez.


Y la adopción fue permanente: Maruja viajó por el mundo pero una parte de su alma siempre será Aymará.

Del libro: Debajo del sol y la luna

lunes, 28 de abril de 2008

Violeta

-Lolita, Lolita despierta que el Niño Jesús te dejó un regalo.
Al abrir los ojos vi a mi hermana Isabel que me enseñaba un paquete que estaba a los pies de mi cama. Rompí la envoltura dejando ver una caja amarilla que contenía una bella muñeca dormilona. Contenta y con ella bajo el brazo seguí a Isabel hasta el comedor chico donde el resto de la familia ya estaba reunida desayunando. Todos hablaban de sus regalos. Después de desayunar las dos fuimos a jugar a la farola o solario y allí bautizamos a nuestras muñecas. A la mía la bautice con el nombre de Violeta.

Una mañana me dirigí a la biblioteca de mi padre. En la planta baja se encontraba la sala de espera y el cuarto de consulta. Esa mañana en la sala de espera estaba una joven mujer con una niña casi de mi edad. La niña al ver mi Violeta comenzó a pedir a su madre que le comprara una muñeca igual. Los ojos de la madre se llenaron de lágrimas al tratar de explicarle que no podía comprársela. La niña le recordó que el niño Jesús no le había traído ningún regalo. Note la angustia de la madre y salí corriendo de la sala de espera y no pare hasta llegar al solario donde me puse a jugar con Violeta.

-Lolita, Lolita, ven quiero enseñarte algo muy bello y especial, el poder hacer feliz a los demás. Al estar cerca de mi puso una rodilla en el suelo y pude verme reflejada en sus ojos azules.

¿Viste a la niña que esta con su madre en mi oficina? Ella quiere una muñeca como la tuya y su madre no puede comprársela.Con un nudo en la garganta le di mi mano y por última vez cruce con Violeta el comedor grande y el primer patio hasta llegar a la sala de espera donde encontré la otra niña y le entregue a mi amada Violeta. La madre me abrazo mientras su hija abrazaba a mi Violeta.


Maria Fischinger@ Chicago

Juanita

Cuando conocí a Juanita, la hermana del jardinero de mi padre, ella usaba la vestimenta tradicional de los naturales de la región andina y hablaba solamente la lengua aymará.

- ¿Para qué sirve esto? Preguntó asombraba al ver nuestra ropa interior.

Cuando cobró su primer sueldo se fue al mercado a comprar las piezas más finas que encontró y las empezó a usar. A Juanita todo lo moderno le fascinaba. Aprendió rápidamente el castellano aunque no perdió el mote o acento que marca a cada persona cuando aprende una lengua siendo mayor.
La belleza física de Juanita atraía las miradas de toda la persona que la veían. Juanita tenía un pequeño bebé a consecuencia de una violación, Sergio, el padre del niño la buscaba y constantemente le proponía matrimonio.
Juanita despreciaba a Sergio, no le gustaba su físico ni lo que representaba.
Juanita conoció a un soldado del Cuartel Cachunde del que se enamoró perdidamente y caminaba orgullosa a su lado y repetía a todos los que la escuchaban.
-Este es el tipo de hombre que a mí me gusta.

El romance solo duró lo suficiente para dejarla con un segundo hijo. Sergio aprovechando el momento volvió a buscarla y a proponerle matrimonio y esta vez buscó el apoyo del hermano de Juanita. Sergio era dueño de unos terrenos y una cantidad de ganado en la serranía por lo cual tenía cierta solvencia económica.

-¿Qué será de ti? – lamentaba el jardinero, con dos hijos y sin marido.

- Cásate tú con el Sergio si tanto te gusta y lo quieres y a mi déjame en paz, era la respuesta de Juanita.

El hermano insistía sin cesar hasta que ella aceptó con resignación.
Durante la ceremonia y la fiesta de matrimonio Juanita tenía el semblante sombrío y triste.
Después de la fiesta los recién casados se fueron a los terrenos que eran de propiedad de Sergio. Los niños se quedaron en nuestra casa para darle oportunidad a la pareja de establecerse. Al día siguiente Juanita regreso a la casa muy agitada.

-Creo que maté a Sergio- sollozaba.

Juanita contó que cuando estaban en camino al caserío de Sergio viendo la pampa desolada, su flamante esposo quiso tener un momento de intimidad. Ella se negó, el no quiso aceptar su negativa y la tumbó. Ella agarró una piedra y le golpeó en la cabeza. Allí lo había dejado desmayado cuando emprendió el camino de regreso a casa.

Juanita no se resignaba a seguir con este matrimonio.


-Yo solo dije sí delante de un cura y eso no quiere decir que tengo que aguantar que este tonto me toque cuando él quiera. Yo dije que sí, sólo para que mi hermano me dejara en paz. Le cuidaré sus ganados y mantendré su casa en orden pero que no me toque ese indio que vive en el Ayllu y no le gusta la ciudad - lamentaba la pobre recién casada.

Sergio, todo ensangrentado llegó varias horas después. Mi padre entendió que Juanita no conocía todo lo que implicaba el sacramento de matrimonio y le explicó a Sergio que no se podía forzar a Juanita a permanecer en esta unión.

-Juanita, ¿Qué deseas para tu vida? le preguntó cuando Juanita estaba más calmada.
-Quiero que mis hijos sean señores, que vivan en la ciudad, que asistan a la escuela, respondió Juanita.

Mi padre tramitó la anulación del matrimonio y ella comenzó a juntar dinero para irse a Lima.

Varios años después cuando pase por Lima, vi una pareja de jóvenes paseando por el jirón Arequipa. La joven comenzó a correr repitiendo
- Niñita, niñita, soy Juanita y este es mi esposo….
Ellos se habían casado por lo civil solamente, se habían comprado una casita y un carro. Estaban educando a los hijos de Juanita y a los que ellos tenían juntos.

- Lo conseguí niñita, gracias a tu tata, mis hijos serán caballeros y no indios me susurro Juanita al despedirse.



Maria Fischinger @2006
Del libro: Debajo del sol y la luna

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